Martine Batchelor - Arreando a un Buey

Martine Batchelor: Las Diez Imágenes de Arrear al Buey

Santo Desierto, Tenancingo, México, marzo del 2007.

Esta noche quisiera hablar de los diez dibujos que en Zen se conocen como “el arrear a un buey”. Básicamente son diez dibujos que provienen de la tradición Zen y representan el camino de la meditación. Pueden hacerse solamente con tinta negra o pueden observarse en los muros de los templos en color. Normalmente, vienen con un poema, pero esta noche no se los leeré.

Y la historia es sobre un chico que está buscando a su buey. Entonces, cada imagen tiene un título, y sólo usaré el título para mostrar la relevancia que tiene para nuestra práctica. Y cuando la plática finalice y tengan que irse, podrán ver las imágenes que estarán puestas en la mesa.

La primera imagen se llama “buscando al buey”. Y en ella el pequeño chico, el chico arreador, está buscando aquí y allá. Y pienso que esta imagen representa la etapa anterior al inicio de nuestra práctica, lo que nos hace ir a practicar. Y en esta etapa es en la que sentimos que algo nos falta, y que también, es la etapa donde estamos tratando de ver más allá de nuestros límites. Hay un poco de tensión, hay un poco de sufrimiento, entonces buscamos liberarnos de esa tensión y de ese sufrimiento. Y como el pequeño chico vamos de aquí para allá, y tratamos de encontrar ese algo que está faltando en cosas materiales, en cosas emocionales o afuera; entonces, estamos tratando de encontrar pareja o tratamos de encontrar un trabajo o tratamos de encontrar… buscamos algo. Pero realmente el único lugar donde lo podemos encontrar es en nuestro interior, ya que al conseguir las cosas materiales o la realización emocional, aun sientes que algo falta. Y sé esto por mí misma, porque deseé ir más allá de mis limitaciones. Y pienso que esto puede suceder a cualquier edad, para mí sucedió a los dieciocho, pero para otras personas puede pasar a los cuarenta, cincuenta, etc.

Una amiga, ella provenía de una familia muy rica y muy culta de Suiza y a la edad de cincuenta y tres ella dejó todo atrás y se fue sola a Dharmasala; y vivió sola en una choza; y se convirtió en monja para poder estudiar con Su Santidad el Dalai Lama. Y entonces, ella practicó muy duro y lo interesante fue que llegó a ser muy respetada. Y luego regresó a Suiza. Y cuando ella llegó a los setenta y había sido monja por unos quince años, ella quiso hablarnos de algo especial, ella nos preguntó: ¿Qué pensaríamos si ella dejara de ser monja? Entonces, le dimos una respuesta muy tradicional, le dijimos: que como ella era un ejemplo tal, que sería una lástima que dejara de ser monja; y por fortuna no nos escuchó. Y ella dejó de ser monja porque quería ser más libre, lo cual no la detuvo de practicar.

Y hay una segunda imagen, y se llama “viendo las huellas”. Y entonces, el pequeño arreador de bueyes, ve que hay huellas en el camino. Y pienso que esté es el momento cuando comenzamos a encontrar las huellas del camino espiritual y, entonces, tal vez podamos leer libros o tal vez leamos poesía, que nos dejen huellas espirituales. Y recuerdo que para mí esto comenzó cuando empecé a leer poesía Zen, y solía leer: “el Gran Camino no es difícil para aquellos que no escogen”, y solía sentir, ¡ah, esto es profundo! Y leía poemas, como: “la flecha vuela a través del cielo y no deja rastros”; “las sombras de los bambúes barren las escaleras pero no hay polvo”, y pensaba, ¡uh, profundo! (Risas) Sin embargo, ¿qué es lo que es tan importante de estas huellas? ¿Acaso es que son viejas o nuevas? ¿Qué son relevantes o no?, ¿Qué las podremos aplicar? Porque, lo que quiero decir, es que pueden ser huellas muy viejas. Y sé esto por mí misma, cuando tenía dieciocho y me interesé en el camino espiritual. En aquellos días, en los sesenta, encontré a Krishnamurti, y pensé, “¡ah! esto realmente es algo”. Entonces, tome un libro y tome una cobija y me fui a las montañas durante tres días; no llevé comida, así no tendría que molestarme por eso, yo ayunaría. Y estaba en los Alpes y entonces comencé a escalar, y me senté en esté hermoso paraje y tenía esta hermosa vista; y luego leía dos páginas del libro, y decía: “profundiza, observa, estate alerta” y entonces yo… (Risas) Entonces, leía el libro otra vez y entonces miraba de nuevo; e hice esto por todo un día, pero nada sucedió, así que lo dejé. Porque la enseñanza de Krishnamurti puede ser muy interesante pero, todo lo que veía en ese momento… no había forma que yo pudiera aplicarla de forma que funcionara para mí.

Después hay una tercera imagen y se llama “viendo la cola del buey”. Entonces, hay como un arbusto, y en el arbusto el chico sólo ve la cola, la parte trasera del buey con su cola moviéndose. Y entonces sabe que el buey está ahí, pero aun así se está como escapando. Y yo siento que esto es lo que pasa cuando podemos o tratamos de ir más allá de las palabras, y tratamos de iniciar la práctica. Y entonces nos encontramos con muchos caminos distintos, muchos métodos distintos y de nuevo la pregunta es: ¿Qué es lo que me queda a mí? ¿Qué es lo que me inspira? ¿Qué es lo significativo? ¿Qué es lo benéfico?

Y recuerdo que para mí esto fue cuando era una adolescente, esto era en los sesentas, no había muchas cosas, aun en Inglaterra. Entonces, trate dos cosas. La primera fue el Taoísmo por correspondencia y eso solía ser, saben, ellos me daban ejercicios. Y el primero de los ejercicios era el acostarse en la cama e imaginarme a mi misma saliéndome a través del techo, lo intenté por una semana y no funcionó, entonces dejé el Taoísmo. Luego todos mis amigos estaban clavados en Rajneesh y pensé que tal vez yo debía hacer como ellos. Entonces, cada tarde después del trabajo, iba con otras quince personas a un sótano a hiperventilarnos desnudos, e hice esto por una semana. Entonces, me invitaron a hacerlo otra semana más, pero les dije que no creía que eso fuera para mí. Entonces de nuevo pienso, éste es el estadio donde podemos intentar tantas cosas diferentes. Inclusive, podemos sólo concentrarnos en el Budismo, pero aun en el Budismo no hay una sola tradición, hay muchos caminos; podemos encontrar el Theravada y la escuela Zen. Y así fue como llegué al Budismo Tibetano y ahí intente varios tipos de meditación, pero por alguna razón, no iban conmigo.

Después, me encontraba en Tailandia y traté de hacer un poco de meditación ahí, pero ahí no estaba tan segura de cual era el lugar de la mujer, y como soy feminista pensé, aquí no es el lugar. Y luego me fui a Corea, y pienso que allí ha sido el único lugar donde me hubiera podido convertir en una monja, y de cierta forma el método, el lugar y la cultura, realmente encajaban con mi temperamento. Entonces, no es que los otros métodos no eran buenos, simplemente no me funcionaban. Por lo que pienso que cuando escogemos un camino, no es que sea el más elevado o el mejor, sino hay que preguntarnos si realmente es el que mejor funciona para mí.

Y luego hay una cuarta imagen y se llama “atrapando al buey”. Y para mí esta es la imagen más poderosa, porque finalmente el pequeño chico ha atrapado al buey con una cuerda y realmente lo sostiene. Pero el buey no quiere ser atrapado, entonces, el chico realmente tiene que sujetar la cuerda y están en un vaivén. Y pienso que esta imagen es de energía y de esfuerzo. Y esto es cuando realmente decidimos evolucionar, lo que quiere decir que realmente lo vamos a hacer, realmente vamos a practicar. Y es una verdadera lucha, realmente luchamos con la práctica, con toda nuestra mente y nuestro cuerpo. Y pienso que en ese momento, como el pequeño chico, necesitamos mucha determinación para sostenernos, porque si hemos cultivado tales hábitos durante veinte o treinta años, no van a desaparecer de la noche a la mañana. Y sé esto por mí misma, esta imagen tiene que ver con cuando me volví monja en Corea y comencé mi retiro de tres meses. Y me resultó tan difícil sentarme y meditar. Nos solíamos levantar a las tres de la mañana e íbamos a la cama a las nueve de la noche, y meditábamos diez períodos a lo largo del día, por bloques de dos, tres, cuatro períodos en un día; entonces, yo me sentaba a la primera meditación de un período y luego me iba porque pensaba, ¡oh, la la! Esto es tan duro, debo hacer algo mucho más útil, como ayudar en la cocina o aprender coreano. Entonces de alguna forma, yo iba a hacer el retiro a mi propia manera; y un día el Maestro vino y se sentó con nosotros, entonces yo realmente me senté bien y puse todo mi esfuerzo en ello. Pero entonces, al final de la meditación yo estaba exhausta, y pensé, si quiere quedarse otra vez yo me voy. Luego cuando volví para el siguiente período, el líder de todos tenía el diccionario en sus manos y me mencionó: “el Maestro dijo…” Buscamos juntos, él dijo: “ogchido champa”; lo que significaba: resistir más allá de la fuerza. Entonces pensé, si lo dijo el Maestro, debo considerarlo. Y luego reflexioné que ellos lo habían estado haciendo durante ochocientos años y que nadie se había muerto de ello. Tal vez yo podía intentarlo. De ahí en adelante ya no volví a perderme ninguna meditación durante un mes, y era la primera en llegar, y ya no había problema. Y entonces en un sentido el Maestro me ayudó a ir más allá de mis propias preferencias. Y pienso que eso es de lo que trata esta imagen, es como cuando luchamos con nuestros hábitos o nuestras preferencias.

Y luego hay una quinta imagen y se llama “tendiendo al buey”. Aquí tenemos al buey y al chico al mismo nivel caminando juntos, pero el chico aun sigue agarrando la cuerda ligeramente. Entonces, esto es cuando nos familiarizamos con la práctica, cuando comenzamos a saber que es lo que estamos haciendo; no hay lucha y realmente nos podemos aplicar. Pero aun tenemos que tener cuidado, tenemos que ser vigilantes, porque quién sabe, el buey de pronto puede decidir escaparse. Y algunas veces, saben, la práctica va muy bien, y de pronto, ya no. Una vez esto me sucedió durante un retiro de tres meses, durante dos semanas me solía sentar a meditar durante más de diez horas al día utilizando la pregunta de ¿Qué es esto? y nada funcionaba; tenía sueño, me venían pensamientos, era tan difícil pero no me podía ir porque uno no se va en el medio de un retiro de tres meses; y sólo me sentaba día tras día y después de dos semanas, escuchamos un cassette de un gran maestro, y de pronto algo resonó y mi práctica empezó a ir muy bien.

Y luego hay una sexta imagen y se llama “cabalgando en la espalda del buey de regreso a casa”. Y entonces, ahí el chico está arriba del buey, y está tocando la flauta, y el buey conoce el camino a casa por si solo. Y pienso que esta imagen es una imagen de tranquilidad, de ligereza, de libertad, de creatividad, de alegría. Porque creo que en un sentido debemos tener cuidado de no pensar que el camino espiritual siempre es algo serio. Creo que para mí la meditación nos ayuda a ser más activos, más ligeros y también a ser más creativos de forma más artística. Lograr el movimiento de crear simplemente por el hecho mismo de hacerlo, no por competencia, no para enriquecerse, sólo por la alegría de crear. Y también es una imagen de fluidez. Entonces, conoces el camino y de cierta forma ya no tienes ninguna expectativa de la práctica, lo hacemos solo por el hecho de hacerlo.

Recuerdo que solíamos ser como unos diez o quince occidentales de diferentes nacionalidades sentados en meditación como monjes y monjas en Corea. Y entonces las personas de la embajada venían a ver a estos raros y excéntricos, ya fuéramos ingleses o franceses o lo que sea. Y entonces, saben, quedábamos con ellos y generalmente nos hacían la pregunta: “¿qué hacen?” A lo que les contestábamos que nos sentábamos durante diez horas al día, de tres de la mañana a nueve de la noche; y luego nos preguntaban: “¿Y porqué hacen esto?”. Entonces nos mirábamos mutuamente (risas), y luego nos decían: ¿Sólo se sientan?”. “Si, sólo nos sentamos”. Y pienso que esta imagen es sobre eso, cuando realmente lo hacemos sólo por hacerlo, sin expectativas.

Después hay una séptima imagen que se llama “olvidando al buey, la persona descansa sola”. Y aquí tenemos una pequeña choza y la luna, y el pequeño arreador de bueyes está viendo la luna y no al buey. ¡Todo este trabajo para agarrar al buey y ahora ya no está! Y para mí esta imagen es sobre la etapa en la práctica cuando ya no hay separación entre la meditación y la vida cotidiana, entre lo espiritual y lo no espiritual, y sólo se vuelve una forma natural de estar alerta en el momento, de estar despierto en el momento. Entonces, de alguna forma podemos descansar en el momento, así como el arreador de bueyes aprecia la luna; de alguna forma no necesitamos estar en ningún otro lugar, ni ser nadie más, sólo estamos en el presente, en lo que está sucediendo en este momento.

Y luego hay una octava imagen y se llama “el buey y el arreador, los dos, son olvidados”. Aquí encontramos sólo una imagen del círculo Zen. Entonces otra vez, todo este arduo trabajo, y el buey y el arreador ¡no están! Pero esto no quiere decir que nos volvamos literalmente un círculo. Es más como cuando dejamos de agarrarnos, dejamos de aferrarnos; y es cuando como este sentido de ser alguien fijo y permanente comienza a disiparse y cuando la idea de yo y de mío, comienza también a disiparse. Y quiero decir, por ejemplo, han estado sentados ahí por cinco días y desde el primer día se sentaron en un lugar, y ¿cómo se sienten cuando alguien está como mirando y como que se va a sentar en tu lugar? Empiezan a sentir que ese era su espacio, su cojín, su zabuton; cuando en realidad no es tuyo, no es tu zabuton. Pero rápidamente dices “esto es mío”. Algunas veces pienso que sería interesante que en lugar de decir “yo voy para allá”, podamos decir “este flujo de condiciones va para allá”; o en lugar de decir “éste es mi cojín”, podamos decir “este flujo de condiciones está usando este cojín”. Y siento que sería un poco diferente ¿no creen? Sería un poco largo estarlo diciendo todo el tiempo, pero pienso que de eso se trata está etapa, trata de cuando comenzamos a experimentar nuestro ser y nos encontramos con el mundo como un flujo de condiciones; y al mismo tiempo no reducimos o definimos nuestro ser por sólo una de las condiciones que nos conforman. Porque cuando reducimos nuestro ser a una sola condición, paramos nuestro potencial creativo. Y entonces, yo diría que esta imagen es cuando finalmente nuestro potencial creativo realmente florece, realmente se activa. Pero pienso que esta imagen también es sobre el momento de nuestra práctica cuando experimentamos el vacío. No obstante, tenemos que tener cuidado de no volver a amarrar de alguna forma nuestro ser, que nos quedemos amarrados al vacío.

Recuerdo una vez en Corea en un retiro, tres monjes decidieron irse y hacer un retiro más arduo. Entonces, ya no se estaban sentando diez horas, se estaban sentando dieciséis horas al día. Y después se fueron a sentar a una ermita a dos horas del monasterio principal, y realmente se sentaron día y noche. Y después de un mes, uno de ellos tuvo una experiencia increíble de vacuidad. Entonces corrió abajo por la montaña y fue a ver al Maestro Kusan, y le dijo: “Maestro, Maestro, ya he despertado, todo es vacío”. Y entonces el Maestro tomó su bastón de madera, realmente pesado, y le pegó en su brazo. Y el monje exclamó: “¡ouch!”; y luego el Maestro le dijo “ves, no todo es vacío”. Pero el monje no estaba convencido, así que fue a ver a otro gran maestro, porque su experiencia había sido tan increíble, pero el siguiente maestro hizo exactamente lo mismo. Entonces, como todavía no se convencía, fue con un tercer maestro, y éste tercer maestro Zen hizo exactamente lo mismo. Ahí comprendió que había sido una experiencia pero no el final del camino. Y entonces regresó a la ermita a sentarse, porque existen dos imágenes más.

Entonces, tenemos una novena imagen y se llama “regresando al lugar de origen”. Y esta imagen generalmente es sobre algo de la naturaleza, entonces tal vez encontramos algunos bambúes o tal vez algunas flores de cerezo o algunos árboles de ciruelo. Y de cierta forma, esta etapa muestra que hay una etapa posterior a la vacuidad, y esa etapa es la de la interconexión, de la interdependencia y que no hay separación entre el mundo y el ser. Y es como la experiencia que tuvimos, la cual mencioné, sobre el hecho de que respiramos el mismo aire con la totalidad de la existencia. Entonces, en un sentido, regresamos a la profunda conexión que tal vez compartimos con el mundo y la naturaleza; y también para entender que podemos aprender de todo lo que nos rodea. Y mi maestro, el Maestro Kusan, solía enseñarnos una orquídea especial que crecía en la montaña, y nos decía: “en la montaña hay una orquídea realmente fragante, y su fragancia abarca todas partes, y aun no habiendo nadie habría fragancia; a la vez, esta fragancia no escogería adonde iría”. Entonces de algún modo, nos estaba diciendo “sean como la orquídea, cultiven sabiduría y compasión sin expectativas, cultiven sabiduría y compasión de manera que llegue a todo el mundo”.

Y esto me lleva a la última imagen, la número diez, y se llama “apareciendo en el mercado con regalos”. Entonces, en esta imagen, el pequeño chico reaparece, junto a una especie de monje gordo con una gran bolsa y vestido con ropa raída. Esta imagen representa, de cierta manera, la conexión que hay con el mundo, pero con actividad. Entonces, el camino no es solo para nosotros; podemos regresar al mundo con actividad, con responsabilidad, trabajando hábilmente por el bien de todos. Y la ropa raída es porque podemos volvernos flexibles, entonces nos podemos adaptar a estar arriba o a estar abajo. Otra vez, no escogemos con quién seremos compasivos, pero podemos tratar de ofrecer nuestra compasión en cualquier lugar lo más que podamos. Pero también hay que hacerlo de la manera apropiada, por eso están todos esos regalos en la bolsa –son todo tipo de cosas. Y si podemos, dar a las personas de acuerdo con lo necesitado, de acuerdo con lo que se pide, de acuerdo con lo que cada quien puede dar. Y pienso que también tenemos que ver que en cierta forma, en la compasión, en el amor, en la respuesta activa, esto no necesariamente significa que tengamos que hacer algo; porque algunas veces la compasión y el amor que se nos pide, es solo estar ahí.

Y recuerdo una vez que estábamos en casa, en Francia, y mi sobrina -mi pequeña sobrina- había venido a quedarse con mi madre que vivía abajo. Y luego, acabábamos de trabajar en el jardín y reposábamos en la sala escuchando a Schubert, cuando de pronto, ella entró a la sala y vio a mi madre, escucho la música y dijo: “voy a bailar”; y sólo le hicimos un gesto, claro ¿por qué no? Y entonces, ella se puso a bailar a ritmo de la música clásica ─no era el Bolshoi, por supuesto─ pero ella bailó durante treinta minutos. Y la única cosa que teníamos que hacer era mirarla y mirarla de forma compasiva, con aprecio. Y ella verificaba si la estábamos viendo y, después de treinta minutos, ella desapareció. Y lo interesante en esto es que al siguiente día ella volvió a subir, y ella quería poner música para poder bailar, y de esta forma recrear lo que había sido una experiencia increíble para los tres, durante esos treinta minutos. Pero no pudo recrearlo, la música no estaba bien. Y de cierta forma, ver que algunas veces no tenemos que hacer mucho, sólo tenemos que prestar atención con mucha compasión. Pero todo el tiempo tenemos que ser creativos, tenemos que preguntarnos ¿qué puedo hacer yo?

Recuerdo que hace muchos años, mi sobrino no se encontraba bien, entonces fue a vivir con mi mamá y mi abuela. Y mi mamá se iba a ir; entonces, pensé que sería mejor que yo fuera en el transcurso de su partida, ya que mi sobrino y mi abuela no se llevaban muy bien y pensé que iba a haber problemas. Entonces después de una semana estando sólo ellos dos, llegué, y la guerra había sido declarada y no se hablaban. Entonces rápidamente pensé que debía hacer algo, y entonces fui con mi sobrino y le dije –él tenía como veinticinco y mi abuela como unos ochenta─, y le pregunté: “¿Crees que la abuela puede cambiar a los ochenta?”; porque le había preguntado ¿cuál es el problema?; y él me contestó: “no me puede ver a los ojos, ella hace las cosas de forma rara”. Pero cuando le pregunté “¿Crees que ella puede cambiar?”, él dijo: “no lo creo”; “entonces, ¿qué piensas?”. Y me dijo “es verdad, tal vez yo debería cambiar, porque no la puedo forzar a cambiar”. Y entonces pudo cambiar y pudo ver; pudo ver a la abuela con mucho más compasión, mucha más comprensión. Y entonces, me pude ir. Y unos meses después estábamos todos juntos y mi mamá estaba muy enojada con su madre, y entonces mi sobrino le dijo a mi mamá: “ella no va a cambiar”. Y de cierta forma, lo importante en la compasión, pienso, es escuchar. ¿Qué es lo que es necesitado? ¿Lo puedo dar? Entonces, pienso que de cierta forma, la meditación nos puede ayudar a desarrollar formas creativas de compasión para con nosotros y para con los demás. Y ver que de cierta forma necesitamos tener ultra compasión para con uno y para con los otros. Entonces eso también, la compasión puede tener distintas formas, no hay un solo tipo de compasión budista, por eso hay muchos regalos en la bolsa.

Y si pienso en una monja que conocí en Tailandia ─y en Tailandia las monjas se visten de blanco─ y ella tenía como cuarenta años, pero se veía como de veinticinco, y se veía realmente pura como si estuviera flotando, en forma ideal, como las monjas se deberían de ver. Y le pregunté “¿Cuáles son tus actividades?”. Y me respondió que ella estaba organizando un retiro para estudiantes jóvenes, y también estaba cuidando un kindergarten para niños con discapacidad; ella también tenía un pequeño refugio para madres solteras; y también, se ocupaba de los boxeadores Thai ─y el boxeo Thai es muy violento─ y cuando dijo esto, me quedé sorprendida: “¿boxeadores Thai?” Me respondió: “ellos también necesitan ayuda espiritual, ellos también necesitan sabiduría y compasión”.

O si pienso en un amigo de Norteamérica, él es budista y practica meditación, una vez al año por un mes se va a un retiro. Pero al mismo tiempo es realmente un financiero de altos vuelos, es como la cabeza de una gran empresa financiera, donde hay un montón de tipos viendo a unas pantallas. Y gana mucho dinero. Y vive, según el estándar norteamericano, en una casa pequeña. Y cada vez que se va, invita a sus empleados, y ellos siempre se sorprenden, ya que esperan una casa gigante con diez baños, veinte cuartos y dos albercas, pero no hay alberca y la casa es muy pequeña. Y no lo pueden entender, porque creen que para poder mostrar su estatus, lo tiene que demostrar con cosas materiales. Pero él dice: “Sólo necesito dos cuartos, no necesito más, sólo somos mi esposa y yo”. Porque con su dinero lo que él hace es darlo a la caridad, entonces de cierta forma, gana dinero –claro, para vivir─ pero también para poder dárselo a otras personas. Y yo estaba muy impresionada con eso, porque estamos tan enredados con el dinero y nos preocupamos tanto por él; y está tan conectado con nuestro sentido de ser; entonces, fue muy inspirador ver eso. Y para mí esto es compasión creativa y sabia.

Y de cierta forma, si contemplamos todas estas imágenes, tenemos que ver que aun teniendo un orden vertical, del uno al diez, no son lineales, no es una progresión lineal. Pienso que es más como una espiral, y en realidad, seguido regresamos al mismo lugar, pero tal vez, de una forma más elevada. Entonces, como saben, habremos podido llegar al décimo lugar pero podemos regresar al cuarto lugar ─de pronto la práctica parece como una lucha─ o de regreso al primer lugar, ya que la práctica parece aburrida, pero de pronto miramos, y tal vez, habría otra cosa que pudiéramos agregar a nuestra práctica. Y entonces al ver estas imágenes decir: “¿Qué me pueden indicar acerca de mi práctica?”

Entonces, para las personas que se van esta noche, por favor tengan un buen viaje a casa y manejen con cuidado, con meditación, y no hablen mucho al manejar el auto, ya que van a manejar en la oscuridad; y, por favor, tengan una buena vida. Y para las personas que se quedan acá, continúen con la meditación, si les es posible continúen en silencio. Y nos vemos otra vez en unos quince minutos para la meditación final.